‘El ultimátum de Bourne’, gran Greengrass

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El problema que hay hoy en día en las triologías de películas es que alguna de las tres siempre acaba siendo mala, o incluso pésima. Y se preguntarán: ¿por qué todo el mundo admira a Jason Bourne? Pues muy sencillo: ninguna de las tres películas es mala, es más, todas ellas son estupendas. La primera era buena, pero la segunda la superó. Y para rematar, la tercera y última entrega supera a la primera y a la segunda. Yo a eso le llamo ser listo. La palma, sin duda alguna, se la lleva Paul Greengrass, director de El mito de Bourne y El ultimátum de Bourne, las dos últimas. No es que Doug Liman hiciera un mal trabajo con El caso Bourne. Era una película entretenidísima y creo que sin ella nada hubiera terminado como lo ha hecho. Gracias a la apertura de la historia nos adentramos al mundo del amnésico espía de manera viciosa, pues el ritmo y las trepidantes secuencias de acción merecían varios aplausos. Y es por eso que en el último film todo termina de manera impecable, todos los cables se unen y por fín, Jason Bourne lo recuerda todo. Aunque este no es el final final…

No sólo es, El ultimátum de Bourne, una película de acción absolutamente trepdiante. El contenido político también se introduce a la historia, la corrupción y los trapos sucios de las agencias secretas. Confieso que prácticamente no me moví durante toda la película. Y es que ya podemos considerar a Greegrass como sinónimo de frenetismo: la cámara en mano, las persecuciones tan realistas, los constantes giros argumentales, trampas e intriga (introducida de manera magistral). No sólo eso, sino que Jason Bourne no es un espía cualquiera. Que a nadie se le acuda compararlo con 007 u otros igual o más surrealistas. Quizás no recuerda su identidad, pero nosotros, el público, sí que lo recordaremos a él como uno de los mejores espías de los últimos tiempos, retratado de una manera muy realista, personal y, sobretodo humano. Como decía Damon: ¿os imagináis a James Bond pidiendo perdón a la hija de una de sus víctimas? Y que no me vengan con la excusa que ahora está de moda humanizar a los heroes. No sólo porque Jason Bourne no es un heroe, sino también porque humanizar a un personaje es algo positivo y que hace aumentar la credibilidad de la obra. Volviendo a la película, decir que el espía amnésico protagoniza varias de las secuencias de acción más impresionantes que se hayan podido ver durante los últimos diez años. Tanto la del primer periodista en el aeropuerto (uno no puede apartar los ojos de la pantalla) como la del Tánger (la persecución en moto, por los tejados, la lucha en el lababo…), y por no olvidarnos de la última persecución automobilística en Nueva York. Y no sólo la película cuenta con escenas de acción y diálogos realmente ingeniosos, sino que mucho metraje también pertenece a las intrigas dentro del departamento que busca a Bourne y compañía. Decir que algunas particulares escenas me recuerdan a las del centro de control de la también magistral United 93.

Así pues, el auténtico maestro de El ultimátum de Bourne es, como decía anteriormente, su director Paul Greengrass. Su estilo, su forma de narrar, de comunicarnos, de atraparnos, de ponernos de los nervios, de hacernos saltar alguna que otra sonrisa, alguna que otra lágrima. Su impecable y a la vez bruta dirección nos hace creer que más que estar viendo una película de espionaje la estamos viviendo en vivo y directo. Si en El mito de Bourne el punto fuerte de la película era la novedad del frenetismo, aquí la cosa ya está mucho más avanzada, y no sólo se admira la total presencia del estilo Greengrass durante todo el metraje, sino que, como ya la conocemos, se puede presenciar que esta no es una película de espías corriente. No estamos ante El buen pastor, una obra de trama compleja y ritmo lento, sino ante todo lo contrario. Y ambas películas son magníficas. Sí, la trama de este ultimátum no es nada del otro mundo, pero la forma con que está contada es lo que verdaderamente importa, pues sino hubiera salido un film demasiado sencillo. Eso sí, no es nada previsible. Yo seguí de principio a fin todas las tramas, subtramas y trampas que se enredaban por en medio, pero lo que sí no supe es lo que iba a pasar al minuto siguiente. Y yo, a esto, le llamo cine en estado puro. El final es un claro ejemplo de toda esta intriga. La verdad es que uno prevee más o menos lo que va a ocurrir desde el principio (por «culpa» de los flash-backs), pero lo que el espectador no puede saber es el continuo cambio de bandos entre los agentes y jefes y el repentino destino final de nuestro querido protagonista.

Como único punto débil encuentro que alguna trama o personaje podrían haberse aprovechado un poquito más, pero es verdad que en una película así todo no puede llegar a ser absolutamente perfecto, pues lo que ocurre es, de alguna manera, imaginario. Y quizás también destacar que algunas de las caídas, trompazos o saltos del enigmático protagonista le hubieran costado, en la vida real, una muerte segura. Y eso lo digo porque las escenas que envuelven estas «acrobacias» están rodadas con un tono muy, muy realista. Pero también hay que asimilar que esto es una película de espías y que él es Jason Bourne. Lo que también me falla, y no es culpa de nadie involucrado en la película, es la gran cantidad de publicidad innecesaria (sobretodo los spots telivisivos) que se ha formulado antes de estrenarse la película. Yo, desafortunadamente, supe (tampoco del todo) qué iba a pasar, aproximadamente, en una de las escenas «sorpresa» finales (pues hay más de una). Y es que en El ultimátum de Bourne todo acaba teniendo sentido, -prácticamente- todo acaba por resolverse y muchos de los personajes evolucionan más que en la segunda parte. No hace falta decir que los diálogos que mantiene Bourne, especialmente con Pamela Landy y Nicky, son, no sólo reveladores, también inteligentísimos. Y eso, en parte, es gracias al estupendo guión de Tony Gilroy y compañía, capaz de mantenerte intrigado y en tensión durante casi dos horas.

Y por último, hablar del extenso y excelente reparto. Empezar, sin duda, por Matt Damon, el absoluto protagonista de la película y que cada vez se está volviendo mejor actor. Aquí sufre, pero sin poner cara de agonías. Ante todo, Bourne es un espía duro y fuerte, pero nadie le saca su terrible amnesia y sus contínuos enfrentamientos con temibles personajes, que, queráis o no, acaban agotando (a un espía retratado de manera realista, por supuesto). Su interpretación es incluso mejor que las de las dos anteriores entregas. En la primera lo descubrimos, en la seguna estaba simplemente correcto y en la tercera nos damos cuenta de que saba hacer más cosas que pegar tortazos, también sabe sufrir como una persona cualquiera. Una escena clave de la película es cuando Bourne entra en casa del hermano de su novia ya muerta (genial Daniel Brühl), donde se puede presenciar (como también lo hicimos en el final de la segunda) que Jason Bourne tiene sentimientos humanos, que puede pedir perdón a alguien a quien ha herido. Destacar por encima de todos los secundarios a David Strathairn y Joan Allen, dos veteranos actores que demuestran que son de lo mejorcito del cine norteamericano actual. Sus miradas, sus diálogos, sus ataques nerviosos, sus enfrentamientos. Él interpreta a Noah Vosen, un personaje pacífico por fuera pero muy manipulador por dentro. Y ella, a la cual ya vimos en El mito de Bourne, una mujer que va a por todas y quiere, ante todo, descubrir la verdad sea como sea. También decir que Julia Stiles no está tan sosa como en la segunda y que aquí muestra una faceta más valiente, más humana. Una buena escena donde se puede presenciar este cambio es cuando ella aparece por primera vez, en un piso de Madrid, asustada ante la aparición de Bourne, y luego, cuando habla con él el la cafetería. Y no olvidarnos de dos veteranos que aquí no aparecen demasiado: Albert Finney y Scott Glenn (éste sobretodo). Sus interpretaciones son estupendas, pero eso ya era indudable. El único actor que está verdaderamente desaprovechado es Edgar Ramírez, el personaje del cual podría haber dado muchísimo más jugo. Así pues, el reparto de esta película es de rechupete, con un protagonista que está mejor que nunca y unos secundarios de auténtico lujo. Greengrass no se puede quejar.

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El ultimátum de Bourne es una película de espías magistral, con un tono frenético inolvidable y con unas de las mejores secuencias de acción de los últimos años (siempre acompañadas por la sensacional partitura de John Powell). Y es que, ante todo, la impecable dirección de Paul Greengrass es uno de los aspectos que más destacaría de este agobiante e intenso film. Y tampoco olvidar que la escena final ya pertenece a la lista de los mejores finales del año. Inolvidable, irrepetible. Demos gracias a Mr. Greengrass por habernos hecho sufrir durante esta hora y 51 minutos repletos de cine, puro cine.

Lo mejor la impresionante dirección de Paul Greengrass y todo el reparto.
Lo peor lo imposibles que resultan algunas escenas en comparación con el realismo del conjunto.
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7 Respuestas a “‘El ultimátum de Bourne’, gran Greengrass

  1. Que ganas de verla, pero tengo que esperar al miercoles. La prímera me gustó, la segunda me pareció muy superior, y tras leer tu comentario voy con las expectativas muy altas para esta tercera. Espero pasar un buen rato en el cine.

    Saludos.

  2. Ramón, no te defraudará, y más teniendo en cuenta que piensas lo mismo que yo respecto a las anteriores entregas. Esta tercera es realmente magistral, elegante, agobiante… Bueno, en la mega crítica ya lo he dicho todo.

    Por cierto, ahora te agrego a mis links! Tu blog me parece excelente y muy ameno de leer.

    Un saludo.

  3. Sé que no me defraudrá el Señor Greengrass ni Damon, que vuelve a estar secundado por un plantel de actorazos de primer ordén.
    Muchas gracias por agregarme a los links y por leer mi cutre-blog.

    Saludos.

  4. No sé si habrá pasado en la sesión a la que fuisteis. En la mía, los espectadores no tenían la espalda pegada a la butaca. La tensión es tan grande durante las casi dos horas de metraje que todos estábamos echados hacia adelante por la inercia demoledora de la acción. Y sin mover un músculo. Coincido en otorgar el premio más alto a Greengrass. La seceuncia en la estación de Londres es para enmarcar.

    Saludos

  5. Paul Greengrass es puro efectismo, pero sus cualidades como narrador visual son tan cutres como las de cualquier producto televisivo. No entiendo cómo se puede alabar a un cineasta que usa un estilo de serial televisivo.

    Y tampoco entiendo cómo es posible que se diga que no es previsible. Todo es lo mismo y siempre sabemos quien va a salir ganando. En tres películas han contado practicamente lo mismo, con un personaje carente de matices y complejidad. Fijaos que el Damon se pasa las tres películas poniendo la misma cara y diciendo, esencialmente, las mismas cosas de manera reiterada.

    Y, por tanto, decir que esta es una de las mejores trilogias es una absoluta y soberana burrada. Pero en fin, los gustos crean todos los colores, imaginados y por imaginar.

  6. Por fin la he visto. Posiblemente el thriller de acción más memorable de los últimos años. El guión no descubre nada que no supieramos en las anteriores entregas, salvo cómo Jason Bourne se convirtió en lo que es (la forma en que Finney le rebautiaza me recordó al Ep. III de Star Wars cuando el Emperador nombra a Anakin como Vader). Para la posteridad Greegrass nos lega una película emocionante, un espectaculo puro y duro en donde la secuencia en la estación de Waterloo y la tremenda persecución por los tejado de Tánger con lucha final hacen que el espectador este pegado al asiento vibrando como el protagonista. Puede que solo sea efectismo, pero ya me gustaría a mi disfrutar con otras pelis de accion como con esta.
    Saludos.

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